Misteriosa y atractiva. Seductora y enigmática. Desde el aire parece un gran ojo que llora sangre gracias a que desde ella se observan pequeños riachuelos de color rojo que se dispersan en varias direcciones. Nos recibe la Laguna Roja, ubicada en pleno altiplano chileno al sur de la Región de Arica y Parinacota. Para quienes la visitamos no cabe duda de que es una verdadera obra de arte de la naturaleza. O tal vez una acuarela de colores creada por alguna divinidad. Para la comunidad aymara que la protege, es un lugar sagrado al que se le debe máximo respeto y admiración.
La Laguna Roja está ubicada a 4 mil metros de altura, y para llegar a ella debemos sortear un duro camino de ripio desde Camiña -el pueblo más próximo- durante 32 kilómetros por la Ruta A-41. Nos recibe una carismática Palmenia Mamani, mujer aymara de tesón y una de las dueñas del terreno donde se ubica este atractivo turístico que visitamos junto a Recorramos Chile. Vestida en su atuendo tradicional, nos cuenta que aquí en pleno desierto de Atacama los cerros cobran vida. Uno de ellos es el Huaichane, considerado un cerro de sexo masculino. Y Mamuta, una mujer. Ambos son -para los aymara- los guardianes de la laguna y quienes ayudan para que vaya bien la agricultura y la ganadería entre las comunidades locales.
Al llegar a este santuario natural, el río Caritaya nos propone el primer desafío. Debemos cruzarlo a pie. Algunos lo sortean brincando sobre las rocas. Otros, simplemente se quitan los zapatos y desafían sus frías aguas. La recompensa es gigante: nos reciben la Laguna Roja, la Laguna Amarilla y la Laguna Verde, tres cuerpos de agua cuyas temperaturas fluctúan entre los 40 y los 50 grados centígrados. La Laguna Roja en realidad tiene sus aguas transparentes, pero una curiosa arcilla en su suelo de textura suave y fina es la que da su tonalidad rojiza, además de algunas algas y minerales presentes.
Palmenia Mamani nos relata porqué este lugar es considerado sagrado para ellos. Y la historia no deja de ser curiosa, pues en antaño esta laguna era considerada un sitio maldito donde no asomaban la nariz ni los propios animales del altiplano. Ni corderos, ni llamas, ni burros. Los cóndores que sobrevolaban la laguna caían y eran tragados por las aguas rojas. Los arrieros tampoco se arriesgaban, y preferían pasar lejos de allí. Hasta que se decidió calmar la laguna. Para ello, la comunidad aymara trajo unos sacerdotes para bendecir el sector practicando un ritual conocido como vilancha, donde se sacrificaba a un toro, se desparramaba su sangre y se practicaba un sahumerio con hoja de coca. Tan solo entonces, la Laguna Roja recuperó su calidad de santo.
Algunos también han descrito apariciones inexplicables en los alrededores. Se dice que a gente interesada en el dinero se les presentó por delante una ciudad de oro, dejándolos perplejos, casi sometidos. Otros han enfermado sin explicación alguna, y nunca encontraron la cura. Por ello se recalca que es fundamental el respeto hacia el entorno, y cada vez que se llega hasta la Laguna Roja, se debe pedir permiso a la Madre Tierra para ingresar. No vaya a ser que la laguna se enoje.
Nos enteramos aquí que la Laguna Roja es para la comunidad aymara de sexo femenino debido a que se ha visto rondando una mujer vestida de rojo. La Laguna Amarilla también es asociada a una mujer, en tanto la Laguna Verde es considerada hombre debido a que sus aguas son más calientes.
Mitos, historias y leyendas hacen de este santuario natural en pleno altiplano un destino que atrae como un imán a aquellos turistas que viajan por las regiones de Tarapacá y de Arica y Parinacota. Desde el mar de Iquique hasta casi tocar el cielo en las montañas desérticas junto a Recorramos Chile. En definitiva, quienes han visitado la laguna Roja están de acuerdo en una cosa: acá se viene a respirar aire puro, a llenarse de energía y a enriquecerse de la cultura aymara. El lugar nos pide tan solo que no nos bañemos en sus aguas, pues le faltaríamos el respeto a la comunidad aymara y a la laguna.
Al ser una cumbre con forma cónica, se le compara muchas veces con la belleza del Monte Fuji en Japón. Un paseo por el día desde Puerto Varas hasta aquí permite acceder a través de un camino de bosques hacia un centro de esquí donde los visitantes tienen múltiples actividades para hacer: desde la adrenalina de subirse a una telesilla, hasta hacer algunas caminatas hacia algunos cráteres secundarios.
Si bien estas espectaculares caídas de agua no poseen un tamaño y altura tan imponente, sí impresionan debido a la fuerza que trae el agua y lo robusto de las cascadas, junto con lo maravilloso de un paisaje que completan el volcán Osorno y un siempre verde bosque Valdiviano. Quienes visitan este destino en la región de Los Lagos prácticamente podrán sentir el agua en su rostro.