LOS MUELLES DE LEYENDA DE LA ISLA DE CHILOÉ

  • El archipiélago siempre ha sido sinónimo de mitos y leyendas, muchas de las cuales asociamos a los muelles que adornan este destino del sur de nuestro país. El turista que llega al destino se ha visto atraído por sus distintas formas y tamaños, buscando obtener la foto perfecta con el mar de fondo.

Siempre he pensado que los muelles son lugares mágicos. Así como los faros, que guían el camino a navegantes en altamar, los muelles permiten que las embarcaciones atraquen de forma segura en tierra, para pronto soltar sus cabos y emprender rumbo hacia destinos lejanos. Hay muelles de todos tamaños, colores y formas. Parece ser que los muelles cobran vida. Si cerramos los ojos y sentimos la brisa en el rostro frente al mar, pensaríamos que nos susurran historias al oído. En Chiloé, donde abundan los mitos y leyendas, los muelles se han convertido en un símbolo de identidad local que atraen las miradas del mundo y el fervor turístico.

Hacia el sur de la localidad de Cucao, en la costa oeste de la isla y que forma parte del Tour Chiloé de Recorramos Chile, encontramos uno de los íconos más fotografiados de este destino de ensueño: el Muelle de las Almas.  Creado y construido gracias al talento del artista plástico Marcelo Orellana, más conocido por su apodo Chumono, el muelle formó parte de su proyecto de título y figura hoy en un sector privado en Punta Pirulil. “Retomé mi cuento con la cultura desde ese trabajo y esa investigación”, cuenta. Y si bien el fin de la escultura no era inicialmente el turismo, el escultor reconoce que ha existido una especie de peregrinaje hacia el atractivo. Se calcula que hasta 600 personas al día pueden llegar hasta el muelle de las Almas durante un tour a Chiloé.

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UN MUELLE DE LEYENDA

Cuenta la leyenda chilota que su nombre se debe a que el muelle sirve de paso al otro mundo para las almas de quienes han fallecido. Relata que cuando una persona muere, su espíritu debe viajar hacia el acantilado de Punta Pirulil, donde se hace un llamado al balsero mitológico Tompilkawe, quien lo trasladará en su bote blanco de espuma hacia el horizonte y el cielo a cambio de un pago en piedras preciosas. La leyenda continúa: fue un “gringo” que llamó al balsero por primera vez para burlarse de él, muriendo poco después. Hoy en el sector existe una piedra que se llama la Piedra del Gringo, donde el alma de este extranjero deambula eternamente por los acantilados porque el balsero lo reconoce y se niega a llevarlo. Chumono comenta que más allá de lo apasionante de las historias que se cuentan, fue un arduo trabajo de desarrollo del muelle, con seis meses de traslado de materiales y tres semanas de construcción.

Cuando hacemos ingreso para una vista, un cartel nos indica la ruta que tomamos para empezar a caminar y donde divisamos campos y casitas al costado del camino de tierra, además de bosques de árboles como arrayanes, canelos y helechos, muchos de ellos doblados producto de la intensidad del viento en este lugar. A medida que caminamos durante 45 minutos hacia el muelle, nos topamos con caballos pastando sobre unas colinas y, finlamente, unas vistas panorámicas hacia el mar, donde se ven loberías y acantilados.

Originalmente el muelle estaba adornado con 101 piedras de colores conocidas como llancas, que son en efecto el pago solicitado por el balsero antes de partir al último viaje de quienes han muerto. Lamentablemente, estas piedras han sido extraídas por desconocidos las veces que han sido repuestas.

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LOS OTROS MUELLES DE LA ISLA DE CHILOÉ

Hay de todo tipo de muelles en el archipiélago. Algunos retorcidos, otros rectos, y unos cuantos que hacen una pequeña curva antes de perderse hacia el infinito mar. Como el Muelle de la Luz, 30km al suroeste de Ancud y que caracolea antes de que se presente su parte final a pasos del mar y donde revientan las olas. Eso sí, para acceder a él hay que hacerlo atravesando el río Chepu en dirección a su desembocadura. Para llegar a destino, una caminata de 25 minutos nos guía a través de playa y abundante naturaleza. La leyenda cuenta que en el año 2000 se divisaron unas luces desde el mar en un sector que en aquella época solo contemplaba bosque, pero nada más. La leyenda además cuenta que las parejas que suban de la mano al muelle no se separan más. El Muelle de las Islas, por su parte, se encuentra en la isla Menchuque, y para conocerlo hay que dirigirse hacia Dalcahue antes de cruzar a Quemchi y, finalmente, llegar a Tenaún, donde se toma una lancha. Una vez en Menchuque, una caminata nos conduce hacia Nueva Escuela Bordemar antes de llegar al muelle.

El Muelle del Tiempo es otro imperdible a 30 minutos al sur del Muelle de las Almas, en Punta Pilol. Tiene una atractiva forma de espiral que bien puede ser también comparado con un reloj. Tal como los demás, se emplaza frente al mar en solitario y tiene la particularidad de que no recibe gran cantidad de turistas. Y, por último, el poco conocido Muelle Refugio del Mar se ubica en la comuna de Castro en la ribera del estero Pindi de la isla Quehui. La impresionante estructura se eleva por sobre dos metros de altura, por lo que se considera como un mirador cuando la marea está baja, y un muelle cuando está alta. Las leyendas seguirán escribiéndose en Chiloé.

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